Ser libre da miedo. Ser tu propio jefe es atractivo e inspirador, pero da miedo.
Da miedo no saber si a final de mes vas a cobrar, porque empezamos a hablar de pagos a 30/60/90 días.
Da miedo pensar que si va mal la responsabilidad será tuya.
Da miedo la incertidumbre de si los clientes seguirán llegando o si estarás en un pico temporal de “éxito”.
Da miedo plantearse qué pasará si una semana te pones enfermo y no llegas a tiempo a las entregas.
Por eso nos conformamos, a pesar de las nóminas que no creemos que paguen nuestra energía y nuestro tiempo.
Por eso nos quedamos, a pesar de las jornadas de turno partido que no nos dejan ver la luz hasta que llega el sábado o el festivo.
Por eso no nos lanzamos, porque a final de mes hay gastos fijos que van a pasar aunque tú hayas puesto una factura a 30/60/90 días.
Por eso cogemos trabajos con condiciones que nos hacen sentir que no valemos lo suficiente como para que nos paguen lo que consideramos justo.
Por eso calentamos la silla aunque no tengamos un día productivo, porque hay que fichar entrada y salida de 8 horas como mínimo.
Por eso trabajamos horas gratis, para que nuestros superiores crean que estamos más comprometidos y no nos dejen en la cuerda floja.
Por eso nos estancamos, porque qué se le va a hacer.
Este fin de semana me he juntado personas que no se han dejado paralizar por el miedo, aunque siempre estuviese ahí acechando.
Va más allá del carpe diem, va más allá del “ahora la gente no quiere trabajar”, va más allá del “hay que ver cómo sois los jóvenes”.
Supongo que hay un momento en el que haces balance y pesa más el arriesgar que el quedarse; porque qué más da si pierdes, si lo que pierdes te está volviendo gris.
No podemos hablar de creatividad, ni de productividad, ni de innovación, ni de crecimiento personal, ni de éxito… si somos grises.
No es malo tener miedo, el miedo hace que te mantengas vivo, yo tengo miedo, pero no dejo que me frene.
Deja una respuesta